Foto: Mexsport
Cuando se quita el casco y las gafas de protección, más de uno reacciona con extrañeza. Entonces lo miran fijamente y tratan de ubicar las facciones. Entre la papada y las mejillas robustas está la cara de arcángel de aquel chico de 16 años con una venda en la cabeza.
¿Tú eres La Momia?
Julio se ríe, asiente, se resigna, aviva el presente y guarda los recuerdos en un baúl que como su apodo, está momificado.
Cree por un momento que tiene que explicar públicamente su vida, pero después se da cuenta que el futbol es más sencillo de lo que expresan los demás y es el momento en que recupera las ganas de jugar, aunque sea en un campo de tierra.
Ahí recuperé el amor por el futbol que pensé había perdido. A los 16 años tener tanta fama es un golpe de realidad muy duro. No estoy en los grandes estadios, pero lo disfruto igual”, expresa.
Se gana el pan de cada día en la construcción
Trabaja en la construcción en Texas. Se retiró del futbol en 2020 y ahora se gana el pan de cada día con las manos, ya no con los pies. Levanta bardas, pega ladrillos, hace conexiones en las paredes, corta y lija, pinta y barniza. Detrás de esa dura capa de hombre herramienta está el niño, el pequeño de la venda sangrante, el de la chilena en el estadio de Torreón, que tenía acné en las mejillas y sonrisa de pícaro. La Momia.
Soy yo, les digo cuando me preguntan. Siempre es bonito regresar a esos momentos”.
Aquella tarde en Torreón fue turbulenta. Un grupo de pequeños héroes mexicanos se arrimó hasta la semifinal de la Copa del Mundo Sub 17. Era otra generación, pero siempre se les comparaba con la de 2005, la campeona en Perú. Esta tenía otras formas y márgenes. Caras que no eran reconocidas, no había estrellas, ningún Carlos Vela o Giovani Dos Santos. Pero conforme avanzó el torneo aparecieron los apellidos con señalamientos: Tostado, Sánchez, Casillas, González, Gómez…
El mítico gol de La Momia en las semifinales contra Alemania
En un partido al horno, Alemania y la Selección Mexicana estaban empatados a dos goles. Un cabezazo en el área lastimó la cabeza del chico Julio Gómez, oriundo de Tampico en la misma jugada en que cayó un gol olímpico de Jorge Espericueta. Salió en camilla y dejó a México contra la pared, ya sin cambios.
Él insistió en seguir jugando. Por dentro pensaba que no podía arriesgar a ninguno de los chicos, pero Julio tenía algo distinto, una determinación que contagiaba”, dice su técnico Raúl Potro Gutiérrez.
Entonces le vendan la cabeza y mientras se cambia la camiseta, una mancha malva aparece en su frente. Nadie del cuerpo arbitral se percata de ello, porque si no lo hubieran regresado a la zona técnica. Julio, que está a punto de ser La Momia, entra al juego de nuevo, aturdido, pero elude a uno que otro rival y toca la bola. En el tiro de esquina va al segundo poste.
El balón viaja y es el momento en que las pulsaciones y el corazón van a un ritmo diferente.
No pensé, sólo lo hice. Cerré los ojos y cuando los abrí, ya estaba la pelota adentro. No lo podía creer”, revela.
Una chilena, no estética, aunque sí fervorosa, salió de su cuerpo maltrecho. Una pirueta que le hizo por un momento olvidarse de la gravedad y ser el centro de atracción de un país. De su pierna derecha salió un balón cruzado al poste más lejano del arquero. Un gol que se volvió golazo por lo que representó.
México gritó al unísono como cuando se entona el himno.
Julio ya no es Julio, se convirtió en La Momia. Celebró gritando gol, gol, gol, una y otra vez mientras enseñaba la playera de la Selección, algo que llenó de orgullo a todos.
15 minutos después del silbatazo, la afición se aglomeró en el Ángel de la Independencia a festejar como siempre, sólo que había un tinte especial, muchos se vendaron la cabeza para festejar como su nuevo ídolo.
Raúl Gutiérrez lo conocía bien desde que lo vio en el Pachuca, “esa chilena no fue casualidad, sabía de lo que era capaz, sobre todo lo que tenía era un corazón enorme. Julio siempre fue un chico noble”.
En el sarcófago
Julio Gómez debutó seis meses después de su gesta con los Tuzos del Pachuca, en un juego contra Santos curiosamente en el estadio TSM en donde hizo su chilena. Entró de cambio por otro histórico, Víctor Mañón, que sólo tuvo a su favor el récord de ser el debutante más joven en la historia de la liga a los 14 años.
Después anduvo en la Sub 20 y lo mandaron a las Chivas en 2013. Nada pasó. Un año después le llegó la condena de la Segunda División.
No fue fácil. Pasé momentos en los que pensé en dejar todo. Pero uno no deja de ser futbolista por ya no estar en la tele. El futbol lo llevo adentro, y eso nadie me lo quita”.
En agosto de 2019 a los 25 años se retiró del futbol jugando para los Loros de Colima. El último partido fue ante los Tecos y curiosamente uno de sus compañeros era Víctor Mañón, por quien ingresó el día de su debut.
A las nueve de la mañana suele salir de casa una vez que cargó las herramientas en la camioneta. A la hora del almuerzo junto a él están los demás constructores y le preguntan por la foto en su móvil. Ahí está él con los brazos abiertos y de fondo el estadio lleno en Torreón, pintado de verde por las camisetas de la Selección. El niño que mira al horizonte en esa foto con la cabeza vendada es el mismo que hoy mira la casa que está remodelando.
